domingo, septiembre 17, 2017

Saldando viejas cuentas

Hace doce años (¿ya? Por favor, que alguien me diga dónde está el freno del paso del tiempo) cuando empezaba a escribir en este blog, más o menos a estas alturas de septiembre, escuchaba eso del "setenta veces siete", y seguía encandilada con un fragmento sobre el perdón que alguien había escrito pensando en las actrices que podríamos representarlo. "Los odias, ¿verdad? (...) ¿Y qué consigues con odiarlos? ¿Saben ellos que les odias? No. ¿Sufren ellos por tu odio? No. Muchas veces el que es odiado vive feliz (...) el resentimiento sólo destruye al resentido".

Pero llegó el momento de ponerlo en práctica y allí falló un poco la cosa. Todos conocemos la teoría, pero claro, no es tan fácil aplicarla. Con la perspectiva que dan los años me doy cuenta de que la supuesta ofensa fue una tontería. Que en realidad estábamos todos muy nerviosos con la cercanía del estreno. Y la verdad, yo también había tenido parte de culpa. Menos mal que la labor de dirección supo suavizar los ánimos de ambas partes y la cosa quedó en aguas de borraja. Por cierto, curiosa expresión esa del agua. 

En fin, por aquel entonces yo no albergaba rencor a nadie. Era joven e inexperta. Pero en este tiempo, en estos doce años, sí he sentido pulsiones de odio por ciertas personas. Gente que me infringió algún mal a propósito, haciendo que peligrara aquello que tanto me costó conseguir y que a ellos les llegó como caído del cielo. Y sí, disfruté planeando venganzas (pintadas ofensivas; huevos, harina y/o pedradas a su coche de alta gama; cartas 'oficiales' denunciando su ineptitud...). Hasta en cierta ocasión, cuando ya habían pasado tres o cuatro años de aquello y me llegaron ecos de su perfidia (sí, sí, que seguían moviendo hilos para fastidiarme), fantaseé con la canción de Siniestro Total (un saludo a Cea por las veces que me atronó los oídos con sus cintas de cassette y su walkman en las clases de Dibujo de 1º de BUP) Bailaré sobre tu tumba (bap, churué, bap, churuá).

Pero a día de hoy, cuando he vuelto a oír lo del 70 veces 7, me he dado cuenta de que realmente no merece la pena. Ya casi ha pasado una década. Y sí, fueron mala gente, pero por suerte después he encontrado personas maravillosas que me ayudaron a creer de nuevo, a ilusionarme por mi profesión. A reconocer que sí, que yo valgo para lo que estudié y que bien merecido tengo aquello por lo que me esforcé (y que, todo sea dicho, me costó parte de mi salud). 

Además, cierto es que nadie es perfecto. Yo no lo soy. Y muchas veces también se me han perdonado mis maldades. Mi deuda también ha sido grande. Es. Así que, bueno, aún quedan rescoldos (en todas las acepciones de la RAE) que apagar. Y el tiempo apremia. Mejor no procrastinar esta vez. Porque el odio es la cama donde descansan muchos de los males de la naturaleza de nuestra imperfecta humanidad.


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