jueves, septiembre 26, 2019

Siete palabras

Siete palabras que lo cambiaron todo. ¿Las esperaba? No, claro que no. En mi inocente ignorancia creía que todo seguiría así, en un juego infinito de confidencias y palabras que brotaban en un teclado de ordenador. De sonrisas que querían decir "sé que tú sabes que yo sé" y en palabras leídas en una pantalla que luego no se pronunciaban. Era divertido. Y yo era feliz. No necesitaba más. Saber que alguien me escuchaba y de algún modo extraño, confiaba en mí, ya era mucho. Sonaba el teléfono. Ana, es para ti, que vayas. Y atravesaba los pasillos tarareando una canción. 

Paseamos. Un emular a aquel filósofo antiguo, un aprovechar la tibieza de los rayos de sol de otoño recién estrenado, un desahogo ante los últimos imprevistos... No te preocupes, ya encontraremos a alguien. ¿Damos otra vuelta? Quizás nos estén echando en falta. Sentémonos en este banco. Vale.

Seguir dando vueltas sin mover los pies. Hasta que las palabras clave son pronunciadas. Alineados en un banco. Sin tocarnos. Y unas gafas de sol, por si se intentan cruzar las miradas. No puede ser. ¿Por qué no? Seguir oyendo, salir del cuerpo, verse desde fuera, como en sueños. ¿No te parece que estamos protagonizando la escena de una peli cutre de sobremesa de fin de semana? Huir. Y seguir con los pies clavados en el suelo.

Volver. Cerrar la puerta. Tocarse las manos. Un beso. El que hay que grabar por ser el primero. Y seguir fuera del cuerpo. 

Siete por dos. 

14.