jueves, abril 30, 2020

Un día más, un día menos

"Y seguimos restando y seguimos quedándonos en casa, que es lo que tenemos que hacer". Aunque ya tenemos a la vista un plan de desconfinamiento con varias fases que bueno, esperemos que se puedan cumplir en los plazos programados. Se habla de "desescalada" palabro que no existe, pero bueno, venga, aceptamos pulpo. Pero la que no me gusta nada es la expresión "nueva normalidad". Me da repelús. Y en su momento me creó mucha angustia. Sí, porque estos cuarenta y tantos días que llevamos confinados han dado para mucho. Y aunque en general lo he llevado bastante bien, también he sufrido momentos de tristeza profunda y apatía total. Y angustia. Angustia por pensar en que, ingenua de mí, pasaríamos de una a otra situacción de un salto. Como quien despierta de una pesadilla. Vale, te despiertas con mal cuerpo, con el recuerdo vívido en la cabeza, pero pronto te desprendes de esas imágenes y te desperezas, te levantas, abres la ventana y piensas "ya pasó, solo era una pesadilla".

Pero no, nos dicen que tendremos que posponer los abrazos, que tendremos que acostumbrarnos a usar las mascarillas... Y bueno, ahora ya lo voy asumiendo, pero al principio me creó mucha angustia. Porque si ya de por sí el verano me tortura con el sudor alrededor de mi boca ¡imagínate con una mascarilla encima! Hasta llegué a decirme: "mira, para salir así, prefiero seguir encerrada en casa". Pero bueno, ya lo tengo asumido. Y aunque estos días aún hace fresquete en casa (gracias infinitas al abrigo y al vestido de lana que me regaló Paz) me digo "aprovecha, que luego ya tendrás tiempo de quejarte del calor". 

Procuro no pensar mucho en lo que pasará. La incertidumbre perpetua me causaba demasiado hastío y tristeza. Ahora ya sé que no volveré a ver a mis peques, que se me irán al instituto y no podré despedirme como lo hice antes con mis anteriores tutorías. Ni de mi compi, que se me va a otro cole. Bueno, esa graduación que ya no será iba a estar muy regada de lágrimas, casi que me lo ahorro. Pensar que sería la última que compartiríamos... En fin, me quedo entonces con la de hace dos años, tan especial, con la sorpresa que me prepararó mi tutoría junto al profe de música cantándome un popurrí de canciones en gallego, con el abrazo (ainch) sincero y entregado de unas de esas almitas tan hermosas con las que he compartido días de colegio, con la avalancha de regalos... y lo subido que tenía el guapo aquel día, ja, ja, ja...

Ay, esa es una de las características propias de estos días. Pasar del llanto a la risa en el mismo minuto.

Pero no quiero quejarme, me siento afortunada. Las cosas han cambiado desde aquel 14 de marzo.Yo he cambiado. Sigo procurando comer sano, aunque ya he caído en traer anacardos y nachos a casa. Y hasta preparé una salsa de queso estilo VIPS para ponerme fina comiendo mientras veía un directo de puritita música mexicana jejeje. Por no hablar de los pasteles de chocolate que he preparado y horneado para felicitar cumpleaños (vía vídeo de Whatsapp) y que luego me he zampado a la salud de las homenajeadas, jejeje.

Los días se suceden más o menos igual. Al principio me despertaba a las ocho. Ahora ya me vengo despertando casi a las nueve. Justo a tiempo para unirme a las clases que da en la 2 un tal Cesc (me dijo una amiga que era el entrenador en la última edición de Operación Triunfo, caray, ahora recuerdo que se estrenó en enero, justo cuando volvíamos con el coro de aquel viaje a Tarragona y la facción joven iba siguiéndolo con el móvil y los viejunos protestábamos porque no nos dejaban dormir "usad los cascos, leñe"). Buah, no dormí nada aquella noche. Espera, sí, terminé tumbada en el pasillo del autobús y conseguí dormir algo... y luego de empalmada al cole, ainch. Si llego a saber que se venía lo que se venía hubiera pedido ese lunes de permiso. Pero bueno, sarna con gusto, no pica (pero mortifica).

Después de las clases me ducho, me visto y me acerco a la cocina para desayunar. Si no lo he hecho antes (depende de si me despierto con margen de tiempo o no) me veo el saludo mañanero que hace Juan Echanove en su Instagram. Lo hago desde que Rosa me envió uno en el que recitaba a Lorca. De hecho la primera frase de mi entrada la he calcado de sus vídeos, que es como los empieza. ¡Qué tío! Los graba a las seis de la mañana, qué madrugador. Me gusta su voz, la musicalidad de su risa, su entusiasmo, su sensibilidad... Oye, que ya me caía bien el hombre y ahora aún más.

Entorno a las diez enciendo la radio para escuchar la introducción que hace Pepa Fernández en su programa. (Por cierto, que hoy ha hablado justo de esa expresión que tanto aborrezco y con la que yo también he abierto mi post). Desayuno, recojo y me voy a la habitación a trabajar con el ordenador. Al principio cumplía mi horario de 9 a 15h, y libraba los fines de semana. Pero ahora ya trabajo mañana, tarde y hasta sábados, domingos y festivos. Hubo un par de días que me agobié mucho, agotada de tanto corregir/preparar material nuevo, de un trabajo que me parecía absurdo, agotador y absurdo. Pero como con todo en este tiempo, terminé por asumir esta nueva forma de trabajo. Y ya no tengo horarios, pero sí me pongo descansos y me doy ratos libres por la tarde para leer o para no hacer nada. Además mientras estoy en el ordenador escucho el programa de Pepa (con mi amado Aberasturi) me pongo música, trasteo por las redes...

He avanzado en mis tareas culinarias, pasando del Lékué a la Thermomix (oye, el otro día me salió un estofado de pavo que quitaba el sentío'). A ver, no voy a salir de esto siendo una experta cocinillas, pero me he dado cuenta de que no cuesta tanto cocinar, que tampoco hace falta un gran esfuerzo, solo hay que ponerse. Como todo en la vida. 

Ya no llamo, ni me llaman, con tanta asiduidad como al principio. Aunque sigo hablando con personas con las que hacía tiempo que no hablaba, y qué curioso, hay personas con las que antes de todo esto casi no hablaba y ahora ¡hasta nos hicimos una videollamada de 4 horas! ¡¡CUATRO HORAS!! Que se pasaron en un suspiro, oye. Hablando de lo divino y lo humano... pero qué barbaridad, ja, ja, ja...

Seguimos con los ensayos de Las Brujas de Salem. Y qué maravilla. Sé que tengo compañeros a los que estas clases (ya no son vía Skype, ahora nos hemos pasado a Zoom) se les hacen cuesta arriba. Pero yo las disfruto tanto, tantísimo. Qué regalo de peronaje, cada día me gusta más. Y ese ratitio de después, cuando nos quedamos hablando y nos decimos lo mucho que nos echamos de menos... ainch.

También en el otro grupo de teatro nos hemos animado a recuperar los ensayos. Por otra plataforma (una que me bajo cada jueves y desinstalo después de cada ensayo) de cuyo  nombre no quiero acordarme. Reconozco que me daba pereza, pero luego lo agradezco. Al final nos unen muchas viviencias, todo lo que recorrimos desde aquel primer montaje que nos dio tantas alegrías hasta los sinsabores del último, pesan. 

Sigo sin ver mucho la tele, a excepción de las clases de lunes a viernes y bueno, esos días que estuve de bajón, que me di un atracón de tele. Eso sí, directos por Facebook e Instagram a porrillo. Es lo que tiene tener tantos amigos artistas. Y en YouTube también se pueden ver obras de teatro y musicales (aún sigo ojiplática después de haber visto El fantasma de la Ópera en el Albert Music Hall) que se ofrecen gratuitos para llevar mejor este confinamiento. Por ejemplo, hoy me veré, después del ensayo, El Frankenstein de Boyle y Cumberbatch que sube el National Theatre británico.

Me estoy acostando algo más tarde de lo que me acostaba al principio, pero en general sigo durmiendo bien. Y nada, que ya va siendo hora de que vuelva a corregir, que una niña me ha mandado hoy tarea por primera vez, desde ese 11 de marzo sin clases, así que es un buen mogollón.


viernes, abril 10, 2020

Al aire

Intento retenerte en tus palabras, en mi memoria. Pero siempre te vas, atravesando mi corazón, dejándolo suspendido en un latido. Y mis dedos se crispan al no poder asirse a ti, huérfanos de tu piel, anhelantes. Y cada noche repito el mismo ritual, asomándome a aquel pequeño balcón donde éramos. Ahora solo soy. Y tú eres, solo. 

Ya no nos queda nada, hasta se llevaron unas cuantas tildes de aquel saco que te prometía cada vez que leíamos juntos bajo aquella luz azul. "¿Aún no has terminado?" Tu velocidad lectora era muy superior. Esperabas por mí para pasar página. 

Hace tiempo que la lectura se detuvo. Y no sé muy bien si quiero pasar página y seguir leyendo. Supongo que no. Me he acostumbrado a vivir como polvo en suspensión.