martes, septiembre 26, 2017

Parpadeo

Cierro los ojos. Veo a dos personas sentadas una al lado de la otra, hombro con hombro. En un banco de piedra, bajo el tibio sol de otoño, no pueden mirarse de frente pero mantienen una conversación pausada. Oigo el latido de sus corazones pero no sus palabras. Puedo imaginar lo que se dicen. 

Abro los ojos. Ya no están en ese banco, pero no andan lejos. Se sientan uno frente a la otra y siguen conversando. Escucho lo que se cuentan, sus risas. No oigo el latido de ninguno de los dos, pero imagino que esta vez su ritmo es más pausado.

domingo, septiembre 17, 2017

Saldando viejas cuentas

Hace doce años (¿ya? Por favor, que alguien me diga dónde está el freno del paso del tiempo) cuando empezaba a escribir en este blog, más o menos a estas alturas de septiembre, escuchaba eso del "setenta veces siete", y seguía encandilada con un fragmento sobre el perdón que alguien había escrito pensando en las actrices que podríamos representarlo. "Los odias, ¿verdad? (...) ¿Y qué consigues con odiarlos? ¿Saben ellos que les odias? No. ¿Sufren ellos por tu odio? No. Muchas veces el que es odiado vive feliz (...) el resentimiento sólo destruye al resentido".

Pero llegó el momento de ponerlo en práctica y allí falló un poco la cosa. Todos conocemos la teoría, pero claro, no es tan fácil aplicarla. Con la perspectiva que dan los años me doy cuenta de que la supuesta ofensa fue una tontería. Que en realidad estábamos todos muy nerviosos con la cercanía del estreno. Y la verdad, yo también había tenido parte de culpa. Menos mal que la labor de dirección supo suavizar los ánimos de ambas partes y la cosa quedó en aguas de borraja. Por cierto, curiosa expresión esa del agua. 

En fin, por aquel entonces yo no albergaba rencor a nadie. Era joven e inexperta. Pero en este tiempo, en estos doce años, sí he sentido pulsiones de odio por ciertas personas. Gente que me infringió algún mal a propósito, haciendo que peligrara aquello que tanto me costó conseguir y que a ellos les llegó como caído del cielo. Y sí, disfruté planeando venganzas (pintadas ofensivas; huevos, harina y/o pedradas a su coche de alta gama; cartas 'oficiales' denunciando su ineptitud...). Hasta en cierta ocasión, cuando ya habían pasado tres o cuatro años de aquello y me llegaron ecos de su perfidia (sí, sí, que seguían moviendo hilos para fastidiarme), fantaseé con la canción de Siniestro Total (un saludo a Cea por las veces que me atronó los oídos con sus cintas de cassette y su walkman en las clases de Dibujo de 1º de BUP) Bailaré sobre tu tumba (bap, churué, bap, churuá).

Pero a día de hoy, cuando he vuelto a oír lo del 70 veces 7, me he dado cuenta de que realmente no merece la pena. Ya casi ha pasado una década. Y sí, fueron mala gente, pero por suerte después he encontrado personas maravillosas que me ayudaron a creer de nuevo, a ilusionarme por mi profesión. A reconocer que sí, que yo valgo para lo que estudié y que bien merecido tengo aquello por lo que me esforcé (y que, todo sea dicho, me costó parte de mi salud). 

Además, cierto es que nadie es perfecto. Yo no lo soy. Y muchas veces también se me han perdonado mis maldades. Mi deuda también ha sido grande. Es. Así que, bueno, aún quedan rescoldos (en todas las acepciones de la RAE) que apagar. Y el tiempo apremia. Mejor no procrastinar esta vez. Porque el odio es la cama donde descansan muchos de los males de la naturaleza de nuestra imperfecta humanidad.


jueves, septiembre 14, 2017

Liga de campeones

Parece ser que ayer comenzó la liga de campeones, la de Europa. Lo sé porque la radio esas noches está imposible. Todo son locutores espídicos en las ondas. Bueno, ya sé que siempre se pueden encontrar emisoras que no radien el fútbol (pocas, aunque haberlas hailas), pero me da pereza andar moviendo la ruedecita y luego no encontrar de nuevo la emisora que suelo escuchar. 

Liga de campeones. Es curioso. A mí la competición que me hace gracia es la de la copa del rey. No porque sea especialmente monárquica, sino porque me parece más variada. En la de Europa, la de los campeones, ya lo dice el nombre: participan los más guapos, los que se gastan más pasta, los que están bien arriba en las clasificaciones de la primera división. En cambio, en la copa del rey a veces hay partidos divertidos en los que un equipo de esos que llaman pequeño (aunque tenga el mismo número de jugadores y una media de estatura parecida, supongo que los llaman así porque lo que es pequeño es el presupuesto y/o el graderío del campo donde juegan) le gana a un equipo de esos acostumbrados al estrellato, que no al estrellazo. 

Hace tiempo que pienso que las personas, sin saberlo, o bueno, a lo mejor alguna sí se da cuenta, nos autoclasificamos en una liga y terminamos por relacionarnos con personas que creemos que están en una categoría similar a la nuestra. Conocemos a alguien y lo/nos evaluamos. "Uf, este juega en otra liga". Pero fíjate, que a veces se dan situaciones curiosas en las que de pronto alguien que pensaba que pertenecía a una tercera regional hace buenas migas con alguien que podría ser catalogado como de un equipo estrella. Y te das cuenta de que al final tampoco son tantas las diferencias, que esa rubia prototipo de jefa de animadora es en realidad una chica simpática y con un sentido del humor muy ácido. Porque no hay nada peor que perderse partidos por creer que no vamos a estar al nivel. Juguemos sin categorías, en una liga donde lo importante, de verdad, sea participar y disfrutar con los demás.

martes, septiembre 12, 2017

Día de asueto


Estamos en fiestas villanas (de la villa donde vivo) y como suele pasar cuando tienes un día suelto en mitad de la semana laboral, al final del día te das cuenta de que no has hecho mucho, o más bien casi nada de lo que te habías propuesto hacer.

Pero seamos benévolos con nosotros mismos. Total, es un día de fiesta, ¿no? De vez en cuando hay que hacerse un regalo. Aunque solo sea darse tiempo para hacer el vago.

El tiempo transcurre dulce. Y vuelvo a mirarme en ti. De nuevo me parece que tus ojos quieren decirme algo más que las gracias que me das al despedirnos. Pero a lo mejor son ilusiones mías, o un espejismo de agua azul en mitad del desierto. Quizás.

Yo, por si acaso, seguiré bebiendo agua a sorbitos, que al final es lo que mejor quita la sed.

Tener fiesta un martes es como recibir un regalo sin envolver. Parece que si al menos hubiera sido lunes, luciría mejor. Pero al final el regalo es el mismo: 24 horas. Un día más (o menos).