sábado, junio 13, 2015

Página quince

En el último mes me he ventilado cinco libros, y ya voy por sexto. Me ha picado de nuevo el gusto por la lectura, y aprovecho la racha para leer todo lo que cae en mis manos. Bueno, caer, caer, no caen del cielo. Los primeros llegaron un día que entré en la Casa del Libro buscando inspiración para un regalo. Al final salí sin el regalo pero con cuatro libros para mí. El siguiente lo compré mientras esperaba a unos amigos (un día de esos raros en los que llego pronto a una cita) y muy oportunamente el Corte Inglés había sacado libros a la calle con motivo del 23 de abril (aunque acabábamos de estrenar el mes de junio). Este que tengo ahora en mis manos fue la recomendación de una amiga en plena Feria del Libro de Madrid. Me está gustando, aunque al principio me ha costado acostumbrarme a la falta de puntos. Bueno, haberlos 'hailos', pero el autor no los usa con gran asiduidad y las frases son kilométricas, aunque después de unas cuantas páginas terminas por acostumbrarte.

He aquí un fragmento:

"(...) un vestido amarillo debajo del cual no había nada más que su piel y un tenue olor a espuma de baño, a perfume y a cuerpo femenino, pero también, al cabo de unos días, olía a él mismo, a su saliva y a su semen, los olores tan mezclados como los recuerdos y las identidades, como sus dos voces que enumeraban y celebraban en la penumbra de un tiempo sin horarios ni fechas: mañanas, atardeceres, noches y madrugadas en las que una luz incolora y luego azul se iba estableciendo en la habitación mientras él la miraba dormir, eligiendo en varios idiomas palabras para nombrarla igual que elegía las caricias que la condujeran gradualmente hacia el despertar, con un instinto tranquilo no de poseerla -porque nunca había sabido ni querido poseer lo que más le importaba- sino de halagarla y cuidarla, de borrar con el influjo de su paciencia y su asidua ternura todos los infortunios de su vida y hacer posible esa sonrisa perezosa que le brillaba en los ojos y en los labios cuando le rebosaba el gusto cumplido del amor, (...)"

Ni un punto, oiga. Y antes y después hay un montón más de palabras... Pero una vez que te acostumbras al ritmo, se paladean con gusto las palabras tan bien hilvanadas. El título del libro es El jinete polaco y su autor, está hoy de santo, es Antonio Muñoz Molina.