lunes, julio 19, 2010

Jet Lag

 

Te caes de sueño. Suspiras pensando en la cama y a duras penas soportas la tentación de cerrar los ojos y dormir. El sofá es cómodo. Qué a gusto se está en casa. Piensas que si te dejaras llevar, si te durmieras ahora, quizá sólo lo hicieras por poquito tiempo... ¿media hora, quizá? Pero no, no debes. Sabes que si te quedas dormido no despertarás. No hasta que sean las 3 ó las 4 de la mañana. ¿Y qué harás entonces?

 

Si los dioses fueran misericordiosos, entonces, con un poco de suerte, podrías  levantarte de madrugada, beber un vaso de agua y al volver a la cama, caer rendido en brazos de Morfeo y no despertar hasta que la luz de la mañana entrase por la ventana de la habitación. Bueno, eso sería demasiada suerte. Seguro que antes te despertarían los ruidos de los  albañiles que trabajan en la obra que no termina nunca al lado de tu casa. Poco importaría, de todas formas. Habrías conseguido lo que te propones. Dormir "toodaa" la noche, todas y cada una de sus benditas horas de oscuridad .

 

Pero no, seguro que no. Si te rindes ahora, si te duermes, ten la certeza de que despertarás de madrugada con los ojos bien abiertos y sin la posibilidad de volver a dormirte. Y al día siguiente empezaría de nuevo la batalla.

 

Si al menos echaran algo en la tele... Sueltas el mando, empieza tu rendición. Los ojos, cómo te escuecen. Sigues con ellos cerrados después del alivio que le han prestado tus manos al frotártelos. Ojos atrapados, cegados por dos párpados de plomo. Bendita oscuridad que envuelve tus sentidos.

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