domingo, septiembre 03, 2006

Desayuno de trabajo

Ostras, acabo de descubrir que existe esa modalidad... Qué sacrilegio. Imaginaos a la bella Audrey Hepburn con un traje de chaqueta de rayas diplomáticas y maletín asistiendo a un desayuno de esos sobre “Propiedad Industrial y Biotecnología”. Aaargh...
Con lo que disfruto yo de los desayunos tranquilos, a solas. Con la mala uva que se me pone cuando alguien lo interrumpe con algún: "Hoy tienes que...", "Acuérdate de...", "¿Llevas todo preparado para...?" , incluso en mis peores despertares me molesta hasta un "Buenos días" (ya, no es muy racional, pero qué le voy a hacer, me agobia que me reenciendan el coco, me gusta hacerlo a mi modo, con tiempo y en silencio). Claro que, ahora que lo pienso, esto del brote de la mala baba mañanera me ocurre sólo en época de trabajo, cuando toca madrugar. En vacaciones los síntomas desaparecen.
Ya lo véis, no está todo perdido. Incluso soy de la opinión de que a veces está bien desayunar con alguien. En especial cuando hace rato que estás despierto y el hambre es buena (además, el coco ya está reencendido y no me enfado si me dicen cualquier cosa...ja, ja). En ese caso no importa si has tenido que madrugar o no.
Ayer tuve un desayuno muy especial en compañía. Es hermoso volver a la rutina cuando ésta ya era compartida. Pude disfrutar lo suficiente de las dos cosas que más valoro en el desayuno: tiempo y silencio. Un tiempo que no se mide y un silencio interno que dulcifica. Porque hablar, hablamos. Y reímos. E hicimos ruido. Pero por dentro, a pesar de la agitación de ciertos momentos, la paz volvía a hacer nido en el corazón.
¿Por qué cuando pensamos en el silencio, imaginamos el vacío? No, el silencio llena. Y la paz también.

No hay comentarios: