domingo, noviembre 25, 2018

Hilo rojo y otras historias

Muchos hemos oído hablar del hilo rojo invisible que une los destinos. Pero no se habla lo suficiente de los muros invisibles (no sé si rojos o de cualquier otro color) que nos separan.

Podemos estar sentados en un cine, butaca con butaca, con las manos entrelazadas y aún así, el muro resiste implacable, tenaz. Apoyar la cabeza en tu hombro y sentir el frío de la piedra, los ladrillos compactos en firme unión. 

Pero lo más curioso de este muro es que a veces, en un momento inesperado, se desvanece. Una sonrisa, un brillo especial en la mirada (mucho más hermosa que los ojos, que ya es decir). La complicidad que una vez conocida, permanece. Un instante mágico que disfrutar, para después añorar cuando termina, sin necesidad de palpar para sentir que vuelve a estar ahí, entorpeciendo el paso de lo que habita cerca. 

"Hay cosas encerradas detrás de los muros que no pueden cambiar porque nadie las oye. Pero que si salieran de pronto y gritaran, llenarían el mundo". Lorca. Infinito y preciso, testigo de esos muros y de su existencia caprichosa y cruel.

Muros de Jericó. Trompetas, pasos insistentes a vuestro alrededor, un gran grito final. Sigo caminando y mi corazón errante ya no grita. Calla. Porque el muro estorba, sí. Pero también protege.

No hay comentarios: