sábado, junio 10, 2017

Sueños ¿por cumplir?

Hace años, más de veinte (ay, ay, que nos hacemos mayores) un viernes, a estas horas, me dirigía con mi pandilla de los dieciséis años a la zona de abajo para degustar unas ricas patatas (bravas y alioli) y refrescar el gaznate con sangría y calimocho. Después pasábamos por un local tranquilo (El Desván) y comentábamos la semana o jugábamos a algún juego tipo "beso, verdad o atrevimiento" o "yo nunca he" mientras compartíamos alguna otra bebida comprada con el bote común. Ya al final de la noche nos desplazábamos a la zona de arriba (más cerca de mi casa) y nos pegábamos unos bailes en las atestadas discotecas. Entrábamos en la de música de pachangueo (La cabaña del Pato Lucas), en la de la música grunge y alternativa (Parklife)  y en la de los éxitos del momento (Capitán). Había otra de música tecno, pero la pisábamos en pocas ocasiones. Tan pocas que ya no recuerdo su nombre.  Y si, entre baile y baile, nos atacaba la sed, aquí ya cada uno elegía su propia consumición para su propia hidratación. Atentos. Por aquella época del siglo pasado estaba permitido consumir alcohol a partir de los dieciséis. Vamos, que éramos legales consumidores de alcohol. Así que, cuando me daban a elegir, entre tanto baile, solía pedir una Coronita. Nunca fui de bebidas con mucha graduación. De hecho, en cuanto empezaba a notar hormigueo en las piernas y que se me soltaba demasiado la risa floja, dejaba de beber. Nunca me ha gustado la sensación de estar perdiendo el control.

Hoy, llega el viernes y aprovecho para alargar la siesta. Porque normalmente mis siestas duran unos quince o veinte minutos, como máximo. Pero hoy, después de terminar la siesta típica, he dormido un segundo tiempo. Así que la cosa se ha alargado bastante. Ya veremos esta noche si me cuesta o no conciliar el sueño.

Y hablando de sueños, en la siesta extra de hoy he tenido un sueño la mar de divertido, en el que flirteaba con un famoso del mundo de la farándula. Uno de esos solteros de oro que acaba de salir de una relación seria y tiene ganas de pasarlo bien. Me enseñaba su nuevo piso y yo fantaseaba con la idea de comprar el piso de al lado. Pero claro, mi sueldo de profesora no me daba ni para pagar el descansillo de la escalera. Él se reía con mi ocurrencia (lo del descansillo) y me decía que no me preocupara, que si salía adelante el proyecto en el que estaba trabajando en ese momento (estaba currándose los preliminares, el tema de buscar financiación y esas cosas) quería contar conmigo. Y seguro que sería un éxito, y podría dejar la enseñanza y comprarme un piso donde me diera la real gana.

Después se marchaba, me decía que tenía que ir al centro, a su antigua casa, a llevar o a recoger algo. A llevar, creo. Porque yo me ofrecía a acercarle en mi coche, para que no fuese cargado. Pero me daba esquinazo con no sé qué excusa. Y yo me decía "uhm, no te fíes de este ni un pelo, que sí parece que le haces tilín, pero me da a mí que este de compromisos no quiere saber nada".

No hay comentarios: