Cuando
Teresa sube al tren, la luz que se refleja en sus ojos deslumbra a Javier. El
vagón va lleno, y al deslizarse sobre los raíles, Teresa siente que el tren de
cercanías logra un imposible: que la vida se detenga por un momento. El paisaje
cambia, las estaciones se suceden, el tiempo fuera del tren pasa. Pero dentro todo
permanece y Teresa se siente feliz y eternamente viva. Javier también
permanece… callado. Hoy tampoco reunirá valor para hablarle. Y para él, el
mundo entero cabe en ese tren y en la mirada de esa mujer.
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